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Diez fusiles esperan

Durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840), un teniente del Ejército del pretendiente Don Carlos es hecho prisionero por sus enemigos y condenado a muerte en Consejo de guerra. Se le acusa de espionaje porque ha sido sorprendido en las cercanías del cuartel general de los isabelinos. El teniente acepta la condena, pero se declara inocente: alega que iba camino de su pueblo para conocer a su primer hijo, que acaba de nacer. El coronel que ha presidido el Tribunal se entrevista con él a solas y le dice que está dispuesto a dejarle ir a conocer a su hijo si le da su palabra de honor de volver antes del alba para ser fusilado. El teniente, desconcertado, vacila.
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