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La vanidad de las luciérnagas

A Banana siempre le gustaron las luciérnagas, cuando el era chiquito se quedaba hasta tarde mirando cómo sus cuerpos se prendían y apagaban en la oscuridad, le encantaba atraparlas y coleccionarlas en un frasquito. Ahora ya no se ven más luciérnagas en la noche, pero a Banana no le importa, porque a pesar que ya no encienden sus luces él sabe que ellas siguen estando ahí.
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